Anatómicas

Por Maga.E

Esa tarde su novio escritor se pudrió. Se sacó los anteojos, se acomodó una patilla y le dijo que su depresión se debía a que ella era la mujer más insensible que existía en el planeta tierra.

Que su angustia no era más que una forma inteligente e insensible (dijo insensible dos veces, sí) de encubrir su falta de emotividad. Su depresión era existencial, pero no por la angustia que genera saberse arrojado al mundo y responsable, por citar a un francés, le dijo, sino por aburrimiento. Y que Lara era la mujer menos atenta y agradecida que había conocido, y que jamás se preocupaba por los demás, pero que sin embargo esperaba que todos lo hagan por ella. Que estaba seguro que ella ni siquiera se daba cuenta, y que ahí estaba su insensibilidad: en que ni siquiera te das cuenta y ni siquiera los hacés por maldad. Vos no tenés alma. Y esa vez cerró la puerta y fue la última vez que Lara lo vio. Al menos de espaldas.

Lara tenía un blog que se llamaba: es que, cuando te disparan, sangras; y esa semana él le dejó un cometario que rezaba: hay que sangrar aunque no te disparen Lara, aunque no te disparen.
Desde ese día Lara comenzó a menstruar en exceso. Sus ciclos menstruales aumentaron de manera tan considerable que tuvo que dejar su trabajo. Sangraba quince días al mes, descansaba los quince siguientes y volvía a sangrar.
Había llenado el lavadero de cajas con Days ultrafinas, normales, con alas y sin alas, con y sin perfume, anatómicas, negras, y con forma ideal para la tanga. También cajas y cajas de tampones de todas las medidas habidas y por haber. Llevaba un presupuesto invertido en toallitas que la estaba endeudando con toda su familia.
Así pasó todo el verano. Encerrada en su departamento recién estrenado en el barrio de Congreso, escribiendo gansadas. Todas oraciones desgarradas que hablaban de sangrar a los 12, a los 15, a los 18 y a los 25. Pensaba que su novio seguramente estaría escribiendo cuentos consistentes, con tramas intrincadas, personajes visibles, diálogos gloriosos y disparos intergalácticos. Pero ella se pasó el verano escribiendo indispuesta. Donde él habría puesto un desenlace fatal, ella ponía un grito pelotudo.


-no podés seguir así Lara, tenés que hacerte ver, no puede ser esto, te vas a desangrar!
-mamá, ya fuí al médico cien veces, me hice ecografías, colposcopías, hasta me metieron un cañito por la boca que me recorrió la traquea, los intestinos, el hígado, volvió a entrar por no sé dónde, me salió al final por la vagina, y nada. Dicen que no hay nada anormal, que debe ser psicosomático.
-por favor Lara, cuando yo era joven las enfermedad psicosomáticas no existían y la gente se curaba con remedios, y ya
-pero yo nací en esta época mami, y en la mía sí hay
-bueno, entonces mentalizate que se te va a ir con un remedio y listo, es pura sugestión hija

-bueno mamá, voy a cortar, se me está haciendo un charco entre los pies
-¡ay hija! pordi_

Y cortó.
Pero una mañana de calor insoportable Lara juntó fuerzas y salió a la calle. Fue a buscarlo a la salida de su trabajo y cuando lo vio cruzar lo increpó. Estaba pálida, había adelgazado quince quilos en tres meses. Estaba casi irreconocible. El la miró, y le dijo:

-Lara, ¿sos vos?
-si, soy yo pedazo de infame
-pero estás muy mal Lara, por favor sentate, calmate
-no, no me calmo una mierda. ¿A vos te parece venir a decirme semejante cosa, que sangre, ¡que sangre aunque no me disparen!?
-Lara por favor, calmate, Lara, Lara por dios, guarda eso, qué hacés, estás loca Lara, voy a llamar a la policía
-no, no llames a nadie infeliz, no llames a nadie, claro que podía sangrar aunque no me dispararan, claro, claro, pedazo de_

Y Lara se clavó un cuchillo tramontina en el corazón.
Estaba tan flaca, tan, que el tramontina la traspazó y la muy puta casi no sangró.

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